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¡Defendamos la palabra del Señor!



Estimados Hermanos de Santa Barbara

Sabemos que Jesús para realizar su tarea de transmisor de la palabra primero la ha de escuchar atentamente. Es una constante en la historia de la salvación la invitación y urgencia por parte de Dios a que nosotros el pueblo, de dura cerviz, abramos el oído y escuchemos una palabra que nos lleve a la vida, porque es expresión de la voluntad de Dios Y solo Dios es la Fuente y el dador de vida. El siervo escucha. Debemos estar atentos a la palabra de Dios que hemos de recibir piadosamente, vivirla fielmente y transmitirla sinceramente. Lo necesitan como nunca, los hombres que nos rodean.


El mundo necesita discípulos atentos y transmisores Valientes.

Con respecto al evangelio tenemos la pregunta fundamental de Jesús. La lectura del evangelio nos revela que la idea que tienen las gentes de Jesús, aunque espontanea, queda muy lejos de la realidad. ¿Se admiraban ante los Milagros que hacía con los enfermos, no será un curandero? ¿Se admiraban de que realizaba en la naturaleza no será un ser divino lleno de poder contra los elementos? ¿Le oyen hablar con autoridad no será un profeta singular? ¿Ven como expulsa los demonios no será un mago? Comparte la mesa con todos. ¿No será un pecador También? Dispares respuestas a difíciles preguntas. Jesús se dirige ahora a los suyos que ahora están más cerca, que le han escuchado mejor, que han sido elegidos para la misión, que dices que soy yo? Y Pedro responde tu eres el mesías. Nosotros ya sabemos que esa era la gran verdad. Es el cumplimiento en la historia de una larga Esperanza. ¡Es el mesías realmente! Estas preguntas o parecidas se dirigen hoy a los discípulos de Jesús, disperses por el mundo que formamos la iglesia. Nos preguntan los hombres y muchas veces nos faltan respuestas convincentes. Nos pregunta Jesús hoy y no atinamos a dar la respuesta adecuada y correcta. La iglesia se encuentra en una encrucijada de un gran reto: el mundo pide pruebas fehacientes de la identidad y misión de Jesús y de la iglesia. Es necesario asumir este exigente, pero gozoso compromiso de ser sus portavoces, embajadores y simplemente testigos de quien tiene la respuesta verdadera para la humanidad.


Padre Alvaro Huertas.


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