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El camino de la conversión y la reconciliación



Queridos hermanos de Santa Bárbara,

Este primer domingo de Cuaresma nos presenta la alianza que Dios establece con los

hombres y con la creación, después del diluvio, a través de Noé, con las solemnes palabras que pronunció Dios: «Yo hago un pacto con ustedes: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra».


Tanto el ser humano, como el mundo en que vivimos, somos expresión de la obra creadora de Dios; también somos la imagen de la alianza. Toda la creación habla de esta alianza.


A lo largo de la historia, los hombres hemos seguido cometiendo pecados, tal vez incluso mayores que los cometidos antes del diluvio. Sin embargo, las palabras de la alianza que Dios estableció con Noé nos hacen comprender que ya ningún pecado podrá llevar a Dios a aniquilar el mundo que El mismo creó. Es por eso que debemos tomar conciencia del valor que toda la creación tiene a los ojos de Dios. El miércoles pasado, con la imposición de la ceniza, comenzó la Cuaresma, y hoy es el primer domingo de este tiempo fuerte, que hace referencia al ayuno de cuarenta días que Jesús hizo en el desierto después de su bautismo en el Jordán y que San Marcos nos resume en un párrafo muy corto: “El Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían”.


Al meditar al inicio de la cuaresma en la victoria de Cristo contra el diablo, la Iglesia nos anima a vencer el mal con un esfuerzo ascético. Es por esto que el ayuno es muy importante para vivir este período con autenticidad. Jesús sale fortalecido del desierto a dar comienzo a su misión en la tierra. Y comienza invitándonos a la conversión, enseñándonos, amándonos, corrigiéndonos, en una palabra, nos enseña su infinita misericordia. Y su misión en la tierra termina con su pasión, muerte y resurrección.

Pero no nos ha dejado solos: desde el cielo, en la eucaristía, el los sacramentos y a través de nuestros hermanos, Jesús mismo, ha continuado en el tiempo esta misión. Y cuenta con cada uno de nosotros, para que sigamos anunciando y testimoniando su presencia viva entre nosotros. El sigue invitándonos a la conversión de nuestra vida de pecado para que podamos, al final de nuestros días, encontrar la verdadera y eterna felicidad.


Padre Alvaro Huertas

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