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La corrección fraterna


Queridos hermanos,


La corrección fraterna es un arte que supone humildad, no sólo de parte de quien es corregido, sino principalmente de parte de quien corrige. Y no solamente humildad sino mucho amor, amor auténtico, delicadeza y sensibilidad interior. En la liturgia de este domingo los textos del profeta Ezequiel y del evangelista Mateo nos lo recuerdan. El cambio de conducta por medio de la corrección supone salvar la vida al hermano. Además, si nosotros estamos llamados a corregir a nuestro hermano y no lo hacemos, seremos responsables de su alma y el día de nuestro juicio nos pedirán cuentas por él y por nosotros… dura realidad...

Muchos piensan que la corrección fraterna es sólo a nivel personal, olvidándose de su dimensión comunitaria o eclesial, que proviene de la misma autoridad de Dios. Cuántos quisieran que la Iglesia calle ante las injusticias, que el Papa no hable, que los obispos no se pronuncien, que los sacerdotes y diáconos no denuncien. Se cree que es mejor callar para evitar malestar e incomodidades, pero eso nos hace cómplices. Sin embargo, es preciso recordar que “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Y para ello es preciso que la acción pastoral de la Iglesia sea realizada con la calidez y el amor que caracteriza al mismo Jesús Misericordioso, sin prepotencia, orgullo, soberbia y otros males que aquejan a nuestro corazón. Porque el mal es una semilla siempre presente en el hombre.


Muchos piensan que la corrección fraterna es sólo a nivel personal, olvidándose de su dimensión comunitaria o eclesial, que proviene de la misma autoridad de Dios. Cuántos quisieran que la Iglesia calle ante las injusticias, que el Papa no hable, que los obispos no se pronuncien, que los sacerdotes y diáconos no denuncien

Pero también tenemos la otra cara de la moneda: el amonestado. Si alguien nos corrige, nuestra actitud debe ser siempre la humildad y apertura de corazón para escuchar y recibir la amonestación con agradecimiento. Es por eso que en el salmo respondemos “Señor, que no seamos sordos a tu voz”. Porque debemos recibir esta corrección como venida directamente de Dios. Los cristianos, que nos reconocemos pecadores, permanentemente nos convertimos e intentamos incansablemente ser mejores todos los días.

Por último, la Iglesia tiene la autoridad de “atar y desatar” con el perdón sacramental, siguiendo el ejemplo del Señor que era “amigo de los publicanos y pecadores”. La corrección fraterna nos exige encontrar diferentes caminos para atraer hacia el Señor a los alejados, ejercitando la comprensión y delicadeza hacia los errores de cada uno, siempre con amor y misericordia. El poder de “atar-desatar” es más bien aceptar-perdonar y no un frío denunciar-condenar. No en vano el amor es el centro del culto a Dios y de la vida y lo más específico de la existencia cristiana. El amor es la estrella que hace caminar a los creyentes por el camino recto de la verdad.

Que el Señor les bendiga,

Padre Alvaro Huertas

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