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La palabra de Dios es semilla fertil


Queridos hermanos,

En el “Discurso en parábolas” del capítulo trece de San Mateo, el evangelista recoge bellamente las diversas enseñanzas de Jesús sobre el Reino de los Cielos. Jesús comienza su ministerio pastoral partiendo de ejemplos de la vida cotidiana aquí en éste mundo y nos ubica en la realidad de su Reino.

En la primera lectura, Isaías nos prepara para recibir las enseñanzas de Dios por medio de Su palabra, afirmando que ésta es siempre eficaz y cumple la misión que El le ha encomendado. Jesús es la Palabra de Dios hecho hombre, palabra encarnada, que genera vida: “como la lluvia y la nieve que bajan para fecundar la tierra”.

En la parábola del sembrador es Jesús mismo quien nos la explica, afirmando que la semilla es la palabra de Dios. Sin embargo, en nuestro entendimiento y extensión del mensaje, el sembrador que esparce en la semilla es Dios el Creador que, sin dejar de ser la “Palabra de vida” en la semilla, es también lluvia y nieve fecundante.

El sembrador arroja las semillas con generosidad y va cayendo la semilla en diversos terrenos; Dios no escatima sus riquezas y sus dones, inunda la tierra con sus bienes y nuestros corazones con dones y gracias abundantes.

Todos los terrenos son aptos para el crecimiento de la semilla, pero nuestras posturas y decisiones hacen la diferencia en el resultado: Podemos estar duros de corazón, superficiales, pedregosos, tener otras prioridades que llenan de espinos el terreno. Pero podemos trabajar nuestro corazón para que siempre sea esa tierra buena que, al dar fruto la semilla, compense la esterilidad de aquellos donde la semilla no dio fruto.

El mundo es la obra de Dios, que nos ha confiado a los hombres y que espera recoger una cosecha de vida, siempre contando con nuestra acogida y respuesta.

San Pablo, en su carta a los Romanos, nos explica cómo la creación espera la manifestación de la gloria de Dios en sus hijos. Lo que impide esa plena manifestación es el pecado, que trastorna todo el plan del Creador.

Dios cuenta con nosotros, que nos creó a su imagen y semejanza, y no hará nada sin nuestra participación: como El mismo se ha entregado como Palabra en su propio Hijo, en el Hijo de su Amor. Que así sea.

Con mi bendición paternal,

Padre Alvaro Huertas

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