top of page

Yo soy el pan vivo



Queridos hermanos de Santa Bárbara,

La primacía del banquete y del sacrificio eucarístico y la eminencia del altar brilla significativamente en el rito sacramental que actualiza el misterio de Cristo. Los cristianos, obedientes al mandato del Señor, se reúnen para la acción de gracias, la oblación y la cena santa.

En esta solemnidad del Corpus Christi volvemos a recordar que los actos redentores de Cristo culminan y están compendiados en su muerte y resurrección, que se actualizan en la eucaristía, celebrada por el pueblo de Dios y presidida por el ministro ordenado. Por eso, redescubrir la eucaristía en la plenitud de sus dimensiones es redescubrir a Cristo.

La Iglesia da gracias por la donación de Cristo, que nos convida a su mesa y se queda presente entre los hombres en el Santísimo Sacramento. La comunidad cristiana se reúne para que el Señor se manifieste y entregue su Cuerpo y su Sangre. No se trata, pues, de asistir a misa, sino de revivir los gestos del Señor. No se trata de embriagarse de emociones, sino de celebrar consciente, plena y activamente.

La comunidad cristiana se construye a partir del altar, que es el hogar de la vida comunitaria. Nuestros altares son ara, mesa y centro, triple funcionalismo que concreta y expresa la triple acción de sacrificar, alimentar y dar gracias.

La Eucaristía es síntesis espiritual de la Iglesia, banquete de plenitud de comunión del hombre con Dios, fuente de los valores eternos y experiencia profunda de lo divino. Participar en la eucaristía dominical es signo inequívoco de identidad cristiana y de pertenencia a la Iglesia. Por eso la Misa es momento privilegiado que posibilita el encuentro con Dios a niveles de profundidad de fe y de compromiso humano.

El Cuerpo de Cristo, pan bajado del cielo, es el definitivo maná, que repara las fuerzas del pueblo creyente en su caminar por el desierto de este mundo hacia la casa del Padre. Es pan de vida verdadera, es decir, de vida eterna. Participando del cuerpo del Señor, y compartiendo su cáliz, los cristianos se hacen “un solo cuerpo”.

Deseando que, en estos momentos de angustia, la mesa Eucarística sea consuelo para nuestro corazón. Por eso no olvidemos aquellas palabras que Jesús pronunció, fuente de vida, consuelo, esperanza y amor:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.

Con mi bendición paternal,

Padre Alvaro Huertas

bottom of page