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El sermón de la montaña




Queridos hermanos de Santa Bárbara, Esta semana, en el “Sermón de la Montaña”, Jesús nos habla de la persona bienaventurada, dichosa. Hemos aprendido que dichosos son los que tienen recursos materiales, una buena posición social o prestigio. Y Jesús nos da una visión muy diferente, paradójica.

Este año, el papa Francisco desarrolló en las audiencias de los miércoles en una serie de 9 catequesis sobre las bienaventuranzas, que comenzaron el 29 de enero y culminaron el 29 de abril de 2020.

He aquí apartes de su primera catequesis: “Jesús nos enseña estos “nuevos mandamientos” que son mucho más que normas. De hecho, Jesús no impone nada, pero revela el camino a la felicidad ―su camino―.


En la razón de la felicidad, Jesús utiliza a menudo un futuro pasivo: “serán consolados”, “heredarán la tierra”, “serán saciados”, “serán perdonados”, “serán llamados hijos de Dios”.

Cada bienaventuranza está compuesta de tres partes. Primero está siempre la palabra “bienaventurados”; luego viene la situación en la que se encuentran: la pobreza de espíritu, la aflicción, el hambre y la sed de justicia, y así sucesivamente; finalmente está el motivo de la bienaventuranza, introducido por la onjunción “porque”: “Bienaventurados sean estos porque.., bienaventurados sean aquellos porque…”. La razón de la dicha no es la situación actual, sino la nueva condición que recibirán como regalo de Dios: “porque de ellos es el reino de los cielos”, “porque serán consolados”, “porque heredarán la tierra”, y así sucesivamente.

En la razón de la felicidad, Jesús utiliza a menudo un futuro pasivo: “serán consolados”, “heredarán la tierra”, “serán saciados”, “serán perdonados”, “serán llamados hijos de Dios”.

Una persona bienaventurada está en una condición de gracia, que progresa en la gracia de Dios y que progresa por el camino de Dios: la paciencia, la pobreza, el servicio a los demás, el consuelo… Los que progresan en estas cosas son felices y serán bienaventurados.

Dios elige a menudo caminos impensables, tal vez los de nuestros límites, los de nuestras lágrimas, los de nuestras derrotas para alcanzar la alegría.”


Una persona bienaventurada está en una condición de gracia, que progresa en la gracia de Dios y que progresa por el camino de Dios: la paciencia, la pobreza, el servicio a los demás, el consuelo… Los que progresan en estas cosas son felices y serán bienaventurados.

¡Todos nosotros, hijos de Dios, estamos llamados a ser santos! Todos los que han alcanzado la santidad son dichosos, bienaventurados. ¡Lo son ahora y lo serán por toda la eternidad!

Con mi bendición paternal,

Padre Alvaro Huertas

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