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Feliz día del padre


Queridos hermanos de Santa Bárbara,

El viernes 19 de este mes de junio hemos celebrado la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús; no es precepto, pero sí una devoción muy querida que ha dado muchos frutos de santidad, consagración y consuelo durante siglos de vida eclesial. Desde la primera Eucaristía de la Última Cena, donde el apóstol San Juan “recostó su cabeza en el pecho del Señor”, pasando por la primera fiesta al Sagrado Corazón celebrada en 1670 por el sacerdote francés Jean Eudes y las visiones recibidas por Santa Margarita María de Alacoque en 1673 y de allí en adelante, la extensión y crecimiento de esa devoción por toda la Iglesia hasta nuestros días.

Devoción que, debido a su destinatario que es el mismo Cristo, podemos llamar “LA DEVOCION”. Porque la devoción al corazón de Cristo sintetiza la revelación del inmenso e infinito amor de Dios y el reconocimiento, de parte del creyente, de ese don que contiene todos los dones. El Corazón de Jesús es nuestro lugar de descanso y solaz, refugio de afligidos y fuente de amor inagotable desde que el testigo de su muerte en la Cruz vio brotar de su costado sangre y agua y, con ellas, la nueva vida que Dios derramaba sobre la humanidad redimida.

Con la Solemnidad de la Santísima Trinidad reanudamos el Tiempo Ordinario con el que nos introducimos en el ministerio apostólico. Hoy el evangelio de San Mateo nos trae las enseñanzas y advertencias de Jesús a sus discípulos acerca de las dificultades del mismo, pero también de la seguridad de ser asistidos y cuidados por el propio Jesús y por el Padre que lo envió: “Lo que les digo de noche díganlo en pleno día; no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; no tengan miedo, no hay comparación entre ustedes y los gorriones”. Son frases que encontramos en el evangelio de hoy que nos enseñan a desterrar el miedo de nuestras vidas, sustituyéndolo con la confianza incondicional en Dios. Del mismo modo había prometido Dios ser el amparo de Jeremías contra sus enemigos que “libró la vida del pobre de manos de los impíos”.

La fe de la Iglesia con respecto al pecado original está fundada esencialmente sobre el texto que hoy leemos en la Carta a los Romanos. En ella San Pablo subraya cómo todos fuimos afectados por el pecado de un solo hombre (Adán), así cómo todos fuimos liberados del pecado por la gracia que se nos dio en un solo hombre: Jesucristo. La Gracia, fruto de la decisión de Dios en nuestro favor y que supera todo el mal y desorden del pecado, brota de su infinito amor; o sea, de su propia naturaleza, y supera todo el mal producto de la desobediencia del pecado primero (pecado original). El amor de Dios vence todo mal, vence el pecado y la muerte y nos da la vida: “la Vida Eterna”.

Hoy también celebramos el día de los Padres: Para todos ellos mi respetos y felicidades por ser los verdaderos educadores de la fe de su familia. Ruego a Dios para que con su paternidad sean testimonio del amor de Dios en sus familias y en la sociedad.


Con mi bendición paternal,


Padre Alvaro Huertas

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