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Jesucristo Rey del Universo



Queridos hermanos de Santa Bárbara,

Jesús, el Rey del Universo, ha querido tomar el rostro de los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos, encarcelados, y en fin, todos los que sufren; porque todo lo que hagamos a cada uno de ellos será como si lo hiciéramos a Jesús mismo. Esa es la medida con que Jesús mide nuestros actos.


Él, el Rey de reyes, fue condenado a morir en una cruz. Este es el Rey que adoramos. Y es interesante el lugar y el momento que eligió Jesucristo para hacer solemne confesión de su reinado: Se lo dice a Pilatos cuando estaba siendo juzgado por los poderes de este mundo, estando solo, abandonado de todos, expuesto al odio de la multitud que no cesaba de clamar su condena, con las manos atadas y a merced de todos. Pero añadió: “Mi reino no es de este mundo; si lo fuera, mis hombres estarían aquí defendiéndome”.


Esperamos la segunda venida de Cristo “rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, sentado en su trono de gloria y ante El serán congregadas todas las naciones, y El apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda

Desconcertante, sin duda, ya que en nuestro mundo los signos de la realeza son el éxito, la fama, el dinero o el poder y tenemos dificultades para aceptar un Rey cuyo trono es la cruz y que se hace uno con los más pequeños y humildes. Es así es como se manifiesta la gloria de Cristo: En la humildad de su existencia terrena se encuentra su poder para juzgar al mundo. Por lo tanto nosotros, sus discípulos, estamos llamados a estar atentos al clamor del pobre, del débil, del marginado, porque Su Reino es un reino de Amor. Es por eso que todos seremos juzgados en el amor en relación con el prójimo.


Esperamos la segunda venida de Cristo “rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, sentado en su trono de gloria y ante El serán congregadas todas las naciones, y El apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda”. Eso significa que todos debemos comparecer ante Su trono para dar cuenta de las obras buenas o malas que hayamos hecho en nuestra vida mortal.


Si hemos reconocido la presencia de Jesús en los más humildes y les hemos servido con un corazón libre y rebosante de amor de Dios, escucharemos «Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo». Cada persona necesitada que encontramos en nuestro caminar por esta vida nos indica el camino hacia el cielo. Recordemos que la verdadera realeza la encontramos en la humildad del servicio, en la capacidad de proteger a los débiles y darles vida en abundancia. Cristo reina desde la cruz y con los brazos abiertos abarca a todos los pueblos de la tierra y nos atrae a la unidad. Por su cruz, derriba los muros de la división, y nos reconcilia unos con otros y con el Padre. Con mi bendición paternal,


Padre Alvaro Huertas

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